A David Libros se le ve tranquilo. Tiene 18 años y charla en corrillo con sus compañeros de instituto durante el descanso a mediodía entre exámenes de Selectividad. Los chavales se refugian a la sombra de la ola de calor. Son alumnos del IES Andreu Alfaro de Paiporta, uno de los municipios más afectados por la riada del 29 de octubre que dejó 228 muertos ―45 en Paiporta― y arrasó buena parte de la provincia de Valencia. Tienen en común haber sobrevivido a uno de los peores desastres naturales de la historia de España cuando cursaban el último año de instituto. “Mi objetivo era hacer la PAU. No se paraba el mundo por la riada”, señala Libros.
471 estudiantes de zonas afectadas enfrentan la Selectividad un mes después que los demás aspirantes
A David Libros se le ve tranquilo. Tiene 18 años y charla en corrillo con sus compañeros de instituto durante el descanso a mediodía entre exámenes de Selectividad. Los chavales se refugian a la sombra de la ola de calor. Son alumnos del IES Andreu Alfaro de Paiporta, uno de los municipios más afectados por la riada del 29 de octubre que dejó 228 muertos ―45 en Paiporta― y arrasó buena parte de la provincia de Valencia. Tienen en común haber sobrevivido a uno de los peores desastres naturales de la historia de España cuando cursaban el último año de instituto. “Mi objetivo era hacer la PAU. No se paraba el mundo por la riada”, señala Libros.
Estos jóvenes son parte de los 471 estudiantes procedentes de zonas afectadas por la dana que han empezado este martes la Prueba de Acceso a la Universidad, la PAU. La Consejería de Educación les dio un mes más de preparación dadas las dificultades. De esta forma, su convocatoria ordinaria coincide con la extraordinaria de los demás.
Pero no han estudiado como el resto. La Generalitat decretó tras el desastre la suspensión de las clases, que se prolongó un mes. David Libros no sufrió pérdidas importantes, pero a las dos semanas de la tragedia, abandonó Paiporta. “Me fui a casa de mi abuelo en Valencia [la ciudad]”, explica desde el Campus de Tarongers de la Universitat Politècnica de València, la UPV. “Después de dos semanas ayudando sabía que no podía aportar más y que debía estudiar”, añade. “Repasaba en casa de mi abuelo e iba por las tardes a las bibliotecas del centro de Valencia. La biblioteca de Paiporta no abrió hasta febrero o marzo”.
Libros ha cursado Bachillerato de ciencias puras y quiere estudiar Biotecnología en la Politècnica de Valencia.
La riada puso patas arriba su instituto, el Andreu Alfaro. El instituto pasó a ser “un punto de recogida y suministro de alimentos, productos de limpieza…”, explica Libros. Aunque los daños materiales no fueron tan graves como en otros centros, ya que el edificio se encuentra algo elevado.

“Los profesores hemos hecho todo lo posible”
Ese corrillo a la sombra lo anima Víctor Pérez, profesor de matemáticas del IES. “No van con las mismas condiciones que los demás”, admite el docente, quien asegura que los profesores han hecho “todo el trabajo posible”.
“Cuando volvimos a las clases los alumnos no estaban preparados para estudiar. Solo pensaban en quitar barro, buscar comida…No podíamos avanzar temario. Empezamos a trabajar el aspecto psicológico para que recuperaran la esperanza”, explica Pérez.
El profesor arguye que cuando retomaron las clases no podían avanzar temario. “Nos pusimos primero a repasar. Éramos conscientes de que no llegábamos a final de curso y empezamos a negociar con la Consejería. Más rápido no podíamos ir porque no dábamos calidad y los alumnos se desconectaban. Necesitaban muchos mimos, hablar”, explica Pérez.
“Al principio no podíamos poner deberes ni hacer exámenes porque no había internet. Muchos perdieron los libros, los apuntes…”, recuerda.
Pérez destaca que el trabajo del claustro “ha sido increíble” y que han ayudado a los alumnos “sábados y domingos, lo que hiciera falta”. Algo que suscribe su alumno, David Libros, quien asegura que durante todo el último mes los docentes “se han ofrecido voluntarios para darnos clase”.
El IES Andreu Alfaro tuvo que acoger a alumnos de otros centros en los que la destrucción fue mayor.
Sara Villarroel y Andrea Arenas, de 20 y 19 años, repasan apuntes en un banco dentro de una de las escuelas técnicas de la UPV. Villarroel es de Chiva y Arenas, de Alaquàs. No vienen de Bachillerato, sino de un grado superior de Anatomía, por lo que solo se presentan a la parte optativa. “La preparación ha sido muy difícil. Cuando los demás estudiaban en casa, nosotras quitábamos barro. Además teníamos el TFG del superior y nadie nos ha ayudado”, explica Villarroel, que vive “al lado” del barranco del Poyo.
“No podíamos salir. Ni ella de Chiva ni yo de Alaquàs”, explica Arenas. “Estuvimos tres o cuatro semanas sin ir a clase”, añade. El centro de estudios de ambas está en la ciudad de Valencia. La joven recuerda que tampoco podían hacer clases online porque estaban quitando barro. Villarroel, subraya el ”shock» de los primeros días y el miedo a que se repitiese la riada.
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