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2 de agosto de 2025

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Guerra fría en la Fórmula Uno

La Fórmula Uno no es el deporte que mayores beneficios económicos genera o el que presenta un mayor volumen de facturación, pero… Ese honor lo ostentan otros como la NFL, la NBA o el fútbol a nivel global. Lo que sí hay a su alrededor es una industria cuyos intereses traspasan muchas fronteras. Y eso provoca tensiones, ya que la F-1 significa una de las mayores expresiones de tecnología y desarrollo de un fabricante de automóviles y mucho más desde que esta especialidad ha vuelto a tomar impulso con la llegada de los promotores americanos. Es decir, hay mucho dinero en juego e, indirectamente, cientos de intereses que pueden afectar a multinacionales y gobiernos de todo el planeta.

Es por ello que la guerra fría existente entre los máximos responsables de la FIA y los equipos va mucho más allá de lo vivido hasta ahora. No hay más que recordar otras épocas no muy lejanas en las que se han filtrado informaciones sobre comportamientos sexuales de rivales, portadas de diarios británicos con el presidente Max Mosley participando en una orgía sado o, incluso, filtraciones de mensajes de WhatsApp entre un jefe y su asistente. Este último fue el caso de Christian Horner, jefe de equipo de Red Bull hasta hace unas semanas y que tras 20 años en el cargo, fue derrocado tras una serie de disputas en las que se vieron implicados accionistas, diversos cargos y Max Verstappen junto a su familia.

El poder establecido ahora en la F-1 gira en torno a personajes como Toto Wolff (Mercedes), Helmut Marko (Red Bull), Fred Vasseur (Ferrari), Zak Brown (McLaren), Liberty Media (promotores de la F1) y Ben Sulayem (presidente de la FIA). Alrededor de la Federación giran todos los intereses y por eso las elecciones a esta entidad toman tanta importancia. Serán en diciembre y todo indica que Ben Sulayem, que cuenta con el apoyo político y económico de los Emiratos Árabes, repetirá mandato. Pero en el horizonte, aunque lo dijera en tono de broma recientemente Toto Wolff, especialista en mantener reuniones ultrasecretas en las pistas de aeropuertos privados, Horner podría estar valorando su candidatura a medio plazo para la Federación y así recuperar algo de poder para Reino Unido, supuestos inventores de este deporte y que en la F-1 han perdido mucho peso, aunque todavía la mayoría de las fábricas está en Inglaterra.

Horner y Wolff mantuvieron duras peleas a raíz de aquella decisión de la dirección de carrera en Abu Dabi 2021 cuando Verstappen ganó su primer título frente a Hamilton, que lo tenía hecho antes de aquella neutralización. Además, el pique que mantenían coincidió con la llegada de Netflix, que usó la mala relación entre ellos para hilar varias tramas durante algunas temporadas. Wolff intentó vengarse de Horner arrebatándole a Verstappen para Mercedes, pero el contrato del neerlandés tenía muchas puntadas que resultan, a día de hoy, difíciles de deshacer.

El poder de la F-1 se ha diversificado y está claro que en Inglaterra quieren recuperar el terreno perdido frente a los americanos, emiratos, alemanes y austríacos. En Europa cada vez quedan menos carreras y otros países como Estados Unidos ganan terreno con hasta tres Grandes Premios por temporada (Las Vegas, Miami y Texas) y un cuarto que podría ser Nueva York en los próximos años. Los constructores han vuelto a ver en la F-1 un filón publicitario y tecnológico y eso lo demuestra la vuelta de algunos como Ford, la llegada de Audi y que históricos como Mercedes, Ferrari o Renault no contemplen marcharse, al menos de forma directa. Al margen de lo deportivo, es un negocio de altura que cuenta con adyacentes que pueden hacer temblar industrias y que cada vez atrae a más público y nuevas empresas. Tecnológicas como Google ya están presentes en equipos como McLaren, Amazon en la organización y hasta financieras como Revolut se convertirán en patrocinadores principales en 2026.

 La FIA, Liberty Media y los capos de las escuderías están enfrascados en una lucha de poder en pleno mundial. Con los promotores norteamericanos, las estructuras de poder han cambiado  

La Fórmula Uno no es el deporte que mayores beneficios económicos genera o el que presenta un mayor volumen de facturación, pero… Ese honor lo ostentan otros como la NFL, la NBA o el fútbol a nivel global. Lo que sí hay a su alrededor es una industria cuyos intereses traspasan muchas fronteras. Y eso provoca tensiones, ya que la F-1 significa una de las mayores expresiones de tecnología y desarrollo de un fabricante de automóviles y mucho más desde que esta especialidad ha vuelto a tomar impulso con la llegada de los promotores americanos. Es decir, hay mucho dinero en juego e, indirectamente, cientos de intereses que pueden afectar a multinacionales y gobiernos de todo el planeta.

Es por ello que la guerra fría existente entre los máximos responsables de la FIA y los equipos va mucho más allá de lo vivido hasta ahora. No hay más que recordar otras épocas no muy lejanas en las que se han filtrado informaciones sobre comportamientos sexuales de rivales, portadas de diarios británicos con el presidente Max Mosley participando en una orgía sado o, incluso, filtraciones de mensajes de WhatsApp entre un jefe y su asistente. Este último fue el caso de Christian Horner, jefe de equipo de Red Bull hasta hace unas semanas y que tras 20 años en el cargo, fue derrocado tras una serie de disputas en las que se vieron implicados accionistas, diversos cargos y Max Verstappen junto a su familia.

El poder establecido ahora en la F-1 gira en torno a personajes como Toto Wolff (Mercedes), Helmut Marko (Red Bull), Fred Vasseur (Ferrari), Zak Brown (McLaren), Liberty Media (promotores de la F1) y Ben Sulayem (presidente de la FIA). Alrededor de la Federación giran todos los intereses y por eso las elecciones a esta entidad toman tanta importancia. Serán en diciembre y todo indica que Ben Sulayem, que cuenta con el apoyo político y económico de los Emiratos Árabes, repetirá mandato. Pero en el horizonte, aunque lo dijera en tono de broma recientemente Toto Wolff, especialista en mantener reuniones ultrasecretas en las pistas de aeropuertos privados, Horner podría estar valorando su candidatura a medio plazo para la Federación y así recuperar algo de poder para Reino Unido, supuestos inventores de este deporte y que en la F-1 han perdido mucho peso, aunque todavía la mayoría de las fábricas está en Inglaterra.

Horner y Wolff mantuvieron duras peleas a raíz de aquella decisión de la dirección de carrera en Abu Dabi 2021 cuando Verstappen ganó su primer título frente a Hamilton, que lo tenía hecho antes de aquella neutralización. Además, el pique que mantenían coincidió con la llegada de Netflix, que usó la mala relación entre ellos para hilar varias tramas durante algunas temporadas. Wolff intentó vengarse de Horner arrebatándole a Verstappen para Mercedes, pero el contrato del neerlandés tenía muchas puntadas que resultan, a día de hoy, difíciles de deshacer.

El poder de la F-1 se ha diversificado y está claro que en Inglaterra quieren recuperar el terreno perdido frente a los americanos, emiratos, alemanes y austríacos. En Europa cada vez quedan menos carreras y otros países como Estados Unidos ganan terreno con hasta tres Grandes Premios por temporada (Las Vegas, Miami y Texas) y un cuarto que podría ser Nueva York en los próximos años. Los constructores han vuelto a ver en la F-1 un filón publicitario y tecnológico y eso lo demuestra la vuelta de algunos como Ford, la llegada de Audi y que históricos como Mercedes, Ferrari o Renault no contemplen marcharse, al menos de forma directa. Al margen de lo deportivo, es un negocio de altura que cuenta con adyacentes que pueden hacer temblar industrias y que cada vez atrae a más público y nuevas empresas. Tecnológicas como Google ya están presentes en equipos como McLaren, Amazon en la organización y hasta financieras como Revolut se convertirán en patrocinadores principales en 2026.

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