
En el teléfono móvil de Sarah Santaolalla (Salamanca, 26 años) hay más de 2.000 mensajes de WhatsApp sin contestar. La mayoría son insultos o amenazas de personas anónimas, haters que han conseguido su número gracias a una filtración en un chat de ultraderecha. “Tuve que desactivar el buzón de voz porque tenía que estar todo el rato borrando insultos para recibir nuevos. Me siento acosada todos los días, pero no voy a cambiar de número, ni de casa ni de vida porque unos fascistas me persigan”, explica la analista política, toda una sensación en las tertulias de la pública (Mañaneros 360, Malas lenguas, Directo al grano), y la privada (En boca de todos, Todo es mentira). “Me niego a que esta gente maneje mi vida. Ya estoy acostumbrada, llevo toda la vida discutiendo con los fachas de mi barrio”.
Empezó a trabajar en televisión con 21 años. Hoy, con 26, es una de las analistas políticas más solicitadas por las cadenas. Sus opiniones encienden los debates, se viralizan y disparan las audiencias. “Mi mejor versión es cuando hago ruido”, afirma.
En el teléfono móvil de Sarah Santaolalla (Salamanca, 26 años) hay más de 2.000 mensajes de WhatsApp sin contestar. La mayoría son insultos o amenazas de personas anónimas, haters que han conseguido su número gracias a una filtración en un chat de ultraderecha. “Tuve que desactivar el buzón de voz porque tenía que estar todo el rato borrando insultos para recibir nuevos. Me siento acosada todos los días, pero no voy a cambiar de número, ni de casa ni de vida porque unos fascistas me persigan”, explica la analista política, toda una sensación en las tertulias de la pública (Mañaneros 360, Malas lenguas, Directo al grano), y la privada (En boca de todos, Todo es mentira). “Me niego a que esta gente maneje mi vida. Ya estoy acostumbrada, llevo toda la vida discutiendo con los fachas de mi barrio”.
Santaolalla creció en una casa muy política. “De pequeña quería ser presidenta del Gobierno”, recuerda. Los domingos, su padre, un represaliado del franquismo, ponía La Internacional, Y en eso llegó Fidel de Carlos Puebla, o Gallo rojo, Gallo negro de Chicho Sánchez Ferlosio. También le leía poemas de Machado —recita de memoria Recuerdo infantil— y la llevaba a manifestaciones por la sanidad pública. “Mi padre recibió muchas palizas de los grises. A mi bisabuelo le fusilaron los franquistas. Desde muy pequeña me hablaban de todo esto. Me crie con consciencia de persecución”.
También creció con un sentido hondo de la pérdida. Su padre falleció cuando ella tenía 18 años por un cáncer de pulmón. A esa edad, Santaolalla empezó a estudiar Derecho —hoy es jurista— y a participar en debates políticos en un programa de radio de la universidad. A los 21 entró en televisión, en Telecinco, donde no tenía ningún problema en criticar ante la cámara a Silvio Berlusconi, el mandamás de la cadena y de todo el grupo Mediaset. “Cuando has vivido un trauma tan fuerte como la pérdida de un padre, no te da miedo perder un facha, no te da miedo perder un seguidor, no te da miedo un insulto o que unos energúmenos te quieran echar del trabajo”.
Pregunta. Hace unas semanas algunos medios filtraron su sueldo en TVE. ¿Se lo esperaba?
Respuesta. Siento decirte que me lo esperaba. Se han pasado todos los límites. Primero se metieron con mi familia, acusándome de que era “hija de”. Como descubrieron que vengo de una familia normal y honesta, siguieron con mi formación. Descubrieron que sí me he leído un libro, que no soy María Pombo, y que tengo ciertos conocimientos. Siguieron con mis supuestas propiedades y vieron que en esto tampoco soy María Pombo porque vivo de alquiler. Incluso fueron a por mi vida privada, como nos ocurre a todas las mujeres. Dijeron que me había colocado un hombre y resulta que tampoco, que llevo más tiempo trabajando en un programa que ese supuesto hombre. ¿Qué quedaba? La pasta. Debo ser la única que cobra por estar más de 16 horas al día trabajando.
P. ¿Cómo gestiona tantos ataques tan personales?
R. Aprendes con el tiempo. He terminado aceptando la violencia y el odio. Ya me despierto y me acuesto sabiendo que mi móvil va a estar ardiendo con miles de insultos. Tengo dos caminos: desaparecer o seguir. Nadie tiene derecho a quitarme, a apartarme, a expulsarme. ¿Por qué? ¿Por denunciar a corruptos y corruptores? ¿Por decir que la gente merece sanidad y educación pública? ¿Por defender los derechos humanos? El tablero ha dado la vuelta. Hemos dejado de perseguir a los malos y hemos empezado a perseguir a los normales. Yo no creo que esté en ningún grupo de bondadosos, pero sí creo que estoy en un grupo de normalidad. He visto a muchas compañeras cogerse una baja y desaparecer por lo mismo que me están haciendo a mí. No estoy dispuesta a eso. Solo soy una joven de 26 años que quiere que la dejen trabajar en paz.
P. ¿De dónde viene tanto odio hacia usted?
R. Yo creo que molesto y me alegro. Este sistema tiene unas normas y yo me las he saltado. En la tele hay nombres prohibidos y yo los he dado. En los medios hay personas intocables y yo las he señalado. No sé si es valentía o inconsciencia, pero lo he hecho y he perdido puestos de trabajo por eso.
P. Se habla mucho de la supuesta falta de objetividad de TVE y muy poco de si hay o no objetividad en las teles autonómicas.
R. Yo estoy vetada en televisiones autonómicas públicas. Hablan de TVE porque molestan las audiencias, molesta el éxito. Cuando no molestas, no te hacen noticias diarias. El único problema de TVE es que llega a los salones, llega a la gente. Nadie habla de las autonómicas porque quizá no están llegando lo suficiente. Nadie habla de algunos programas de las privadas porque quizá no están llegando lo suficiente. Donde más corrupción hay, donde más falta de pluralidad hay, donde más mandan los despachos, es en esas cadenas: en las privadas y en las autonómicas gobernadas por la derecha. Yo jamás he cobrado de un partido o del Gobierno. Algunos periodistas que me critican no pueden decir lo mismo. Y te digo otra cosa: jamás he dicho una mentira. El día que diga una mentira, me voy de la televisión.
P. ¿Qué hace después de una de esas grandes broncas que tiene en la tele?
R. ¿Delante o detrás? Porque en la tele tienes broncas en cámara y en los despachos.Te confieso que se llevan peor las broncas internas que las que se ven en pantalla. Es más sucio cuando cinco jefes meten en un despacho a una chica de 22 años y le dicen cómo tiene que comportarse si quiere durar. Sobre las broncas en plató, intento que se queden ahí, en el plató.

P. ¿Se ha planteado dejar este trabajo?
R. Sí, he tenido ciertos momentos en los que me lo he planteado. Pero si te vas, ese espacio lo ocupan ellos, ganan los otros.
P. Uno de sus comentarios más sonados fue cuando llamó “idiotas” a los votantes de PP y Vox. ¿Se arrepiente de haberlo dicho?
R. Nunca he querido insultar a ningún votante. Respeto mucho a la gente de este país, a todos: a los de derechas, a los de centro y a los de izquierdas. Respeto todas las ideologías, menos al fascismo, que es un crimen. Cuando dije eso me refería a que no nos tratasen como idiotas. Creo que los votantes del PP son bastante más listos que sus dirigentes. Lo creo de verdad. La derecha lleva mucho tiempo jugando al insulto: hablan de fosas y luego lo niegan, hablan de víctimas del franquismo y luego las niegan. Fíjate en lo que acabó esto, con un vicesecretario de Igualdad del PP llamándome “puta” y “mujer prostituida de Sánchez”. Yo jamás me atrevería a llamar “puta” a ninguna mujer del PP o de Vox.
P. Tampoco ningún político intentaría desacreditar a un hombre llamándolo “puto”, ¿no?
R. Jamás. Nunca hablan de los hombres prostituidos. Y eso que conozco a más de uno que por salir un rato en televisión ha hecho cosas que no sé si puedo contar. A mí me persiguen hasta por mi físico. Les molesta mi cuerpo. ¿Qué tengo que hacer para poder sentarme en una silla? ¿Teñirme el pelo? ¿Ponerme gafas? ¿Perder peso? ¿Qué tengo que hacer para entrar en el canon de la derecha? Realmente solo les molestan las mujeres que no se doblegan. Me han dicho “calladita estás más guapa” un montón de veces. Lo que pasa es que mi mejor versión es cuando hago ruido. Yo no quiero ser la que sonríe al jefe o la que se queda en una fiesta hasta el final para ver si le sale un trabajo. Yo quiero ser analista política.
P. Ahora se habla mucho de la polarización.¿Tiene amigos de derechas?
R. Te voy a decir dos cosas. La primera, no creo que España esté polarizada. Creo que hay unos que agreden y otros que reciben las agresiones, creo que hay muchos agresores y muchas víctimas. No podemos poner al verdugo al mismo nivel que la víctima. Lo que pasa en la política baja a las calles. Si la señora Ayuso llama “hijo de puta” al presidente, ¿por qué Paco el del bar no va a llamar “hijo de puta” al de la carpintería? La extrema derecha crece cuando hay crispación. Quieren cierta crispación en las calles para ganar relatos. Yo soy intolerante con los intolerantes, pero tengo muchos amigos de derechas. Es más, mis amigas más cercanas son de derechas, aunque no hablamos mucho de política [risas]. También tengo muchos amigos de izquierdas. Sí te reconozco que después de recibir tanta violencia me cuesta más estar con gente que no me entiende, que no comprende por lo que estoy pasando. No es sectarismo, es solidaridad. Pero creo que hay gente de derechas muy inteligente en este país. Algún amigo me queda en el PP. El otro día coincidí en una tertulia con García Albiol y me pareció un tipo majete. Y eso que estamos en las antípodas ideológicas.
P. ¿Hay algún político de derechas al que admire?
R. A García-Page [risas]. Felipe González. De la derecha respeto mucho a Felipe González [risas].
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