Cinco estudiantes de distintas disciplinas de la Universidad de Valencia han ideado una propuesta que podría marcar un antes y un después en la lucha contra los microplásticos. Se trata de un chicle llamado MicroGum y es capaz de eliminar desde el interior del cuerpo las diminutas partículas plásticas que ingerimos a diario sin saberlo. Aunque aún no existe un prototipo, el proyecto ha sido galardonado con el Premio Motivem de la Universidad de Valencia en la categoría de Ciencias de la Salud y ya ha despertado el interés por su potencial innovador.
La idea nació como respuesta a un reto lanzado por el concurso que consistía en diseñar una solución útil para un problema real. Aitana Ramos (Medicina), Miguel Arias (Farmacia), Marta Delgado y Laura Serreta (Psicología) y Alejandro Mirón (Física y Matemáticas) detectaron un vacío ya que aunque existen filtros y depuradoras para el agua, no hay medidas efectivas para combatir los microplásticos que ingerimos con la comida.
Frente a este desafío, propusieron una solución que consiste en utilizar enzimas como la PETasa y la metASA para degradar los microplásticos dentro del organismo humano. Estas enzimas descomponen el tereftalato de polietileno (PET), uno de los plásticos más comunes, en fragmentos más pequeños que el cuerpo puede excretar de forma natural sin acumularlos en los órganos.
La elección del formato también fue clave. En lugar de una pastilla, optaron por un chicle, una forma accesible y cotidiana que facilita la ingesta de las enzimas sin alterar hábitos alimentarios. “Queríamos algo sencillo, que cualquiera pudiera usar”, explica Ramos.
Sin embargo, el proyecto se encuentra todavía en una fase embrionaria. No hay un prototipo, y los estudiantes reconocen que queda un largo camino por recorrer. Será necesario investigar cómo encapsular las enzimas para que resistan el entorno ácido del estómago, así como comprobar su seguridad y eficacia en el cuerpo humano.
El equipo celebra este primer paso en el ámbito del emprendimiento universitario. Conscientes de las limitaciones, buscan ahora apoyo académico y colaboración con laboratorios para desarrollar su idea. “Creemos que es científicamente viable y queremos seguir adelante”, concluye Ramos.
Se trata de un chicle llamado MicroGum y es capaz de eliminar desde el interior del cuerpo las diminutas partículas plásticas que ingerimos a diario sin saberlo.
Cinco estudiantes de distintas disciplinas de la Universidad de Valencia han ideado una propuesta que podría marcar un antes y un después en la lucha contra los microplásticos. Se trata de un chicle llamado MicroGum y es capaz de eliminar desde el interior del cuerpo las diminutas partículas plásticas que ingerimos a diario sin saberlo. Aunque aún no existe un prototipo, el proyecto ha sido galardonado con el Premio Motivem de la Universidad de Valencia en la categoría de Ciencias de la Salud y ya ha despertado el interés por su potencial innovador.
La idea nació como respuesta a un reto lanzado por el concurso que consistía en diseñar una solución útil para un problema real. Aitana Ramos (Medicina), Miguel Arias (Farmacia), Marta Delgado y Laura Serreta (Psicología) y Alejandro Mirón (Física y Matemáticas) detectaron un vacío ya que aunque existen filtros y depuradoras para el agua, no hay medidas efectivas para combatir los microplásticos que ingerimos con la comida.
Frente a este desafío, propusieron una solución que consiste en utilizar enzimas como la PETasa y la metASA para degradar los microplásticos dentro del organismo humano. Estas enzimas descomponen el tereftalato de polietileno (PET), uno de los plásticos más comunes, en fragmentos más pequeños que el cuerpo puede excretar de forma natural sin acumularlos en los órganos.
La elección del formato también fue clave. En lugar de una pastilla, optaron por un chicle, una forma accesible y cotidiana que facilita la ingesta de las enzimas sin alterar hábitos alimentarios. “Queríamos algo sencillo, que cualquiera pudiera usar”, explica Ramos.
Sin embargo, el proyecto se encuentra todavía en una fase embrionaria. No hay un prototipo, y los estudiantes reconocen que queda un largo camino por recorrer. Será necesario investigar cómo encapsular las enzimas para que resistan el entorno ácido del estómago, así como comprobar su seguridad y eficacia en el cuerpo humano.
El equipo celebra este primer paso en el ámbito del emprendimiento universitario. Conscientes de las limitaciones, buscan ahora apoyo académico y colaboración con laboratorios para desarrollar su idea. “Creemos que es científicamente viable y queremos seguir adelante”, concluye Ramos.
20MINUTOS.ES – Ciencia
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