20 de abril de 2025

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Dejemos en paz al público de ‘Cine de barrio’

Como escritor, me encantan las paradojas. Encontrarlas es un placer micológico, se siente uno un buscador de setas que baja del monte con el cesto lleno. Lo que más le gusta al paradojista es tropezarse con ese rarísimo ejemplar de la doble paradoja: una frase o un hecho que contiene dos. No sucede todos los días. Incluso en el mundo adorador de lo absurdo en que vivimos, las paradojas suelen ser simples. Por eso hay que agradecerle a RTVE que nos haya regalado un soberbio ejemplo de paradoja doble al colocar un aviso en las películas de Cine de barrio.

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 Al igual que con las manchas de moras, hay en España mucha gente convencida de que el franquismo solo se quita con más franquismo  

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Opinión

Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Al igual que con las manchas de moras, hay en España mucha gente convencida de que el franquismo solo se quita con más franquismo

La presentadora de ‘Cine de barrio’, Inés Ballester.
Sergio del Molino

Como escritor, me encantan las paradojas. Encontrarlas es un placer micológico, se siente uno un buscador de setas que baja del monte con el cesto lleno. Lo que más le gusta al paradojista es tropezarse con ese rarísimo ejemplar de la doble paradoja: una frase o un hecho que contiene dos. No sucede todos los días. Incluso en el mundo adorador de lo absurdo en que vivimos, las paradojas suelen ser simples. Por eso hay que agradecerle a RTVE que nos haya regalado un soberbio ejemplo de paradoja doble al colocar un aviso en las películas de Cine de barrio.

Cuando una película sea demasiado machista o demasiado franquista, la cadena advertirá a los espectadores con esta señal: “Las circunstancias contenidas en esta película se enmarcan en una época determinada y deben ser entendidas en el contexto social de dicha época”. La primera paradoja es que TVE promueva y a la vez disuada de ver la película que emite. Si la programa, entendemos que considera su emisión relevante por algún motivo, pero el aviso revela que no le gusta emitirla y que preferiría colocar otra cosa más afín al contexto social de esta época. ¿Quieren que veamos la película o no? Y si es que no, ¿por qué la programan? Y si es que sí, ¿por qué nos advierten de verla con cuidadito?

Bien es cierto que el código de rombos del franquismo se ha estilizado y diversificado mucho. Poner cualquier cosa en cualquier cadena o plataforma implica sufrir un abuso de advertencias que, en algunos casos, incurren en el espóiler: “Sexo, desnudez, consumo de drogas, lenguaje malsonante”, se lee en todas partes. Aunque estas moralinas son un reclamo. Se sienta uno en el sofá y se dice: venga, a disfrutar de la desnudez y del consumo de drogas. Pero este aviso críptico de Cine de barrio, que se supone referido a cosas del franquismo, no funciona como argumento de venta. El franquismo no mola. El espectador no va a decir: qué bien, una peli facha y rancia, vamos a disfrutar. Ese anuncio solo invita a cambiar de cadena. Es un boicot en toda regla a uno de los programas señeros y más antiguos de la cadena.

La segunda paradoja es que el Estado, a través de RTVE, incurre en lo mismo que denuncia. Al imponer al espectador una interpretación unívoca e indiscutible, atenta contra la libertad de criterio y lectura que todo ciudadano disfruta en una democracia. No es propio de una institución democrática decirle a nadie cómo deben interpretarse las cosas. Ese imperativo “deben ser entendidas” es una orden chusca típicamente franquista que viene a confirmar eso de que el franquismo sigue sociológicamente vivo en muchos sitios. Lo está, es indudable, en quienes se preocupan por la salud moral del pueblo inocente, incapaz de afrontar sin asistencia espiritual los pasotes machistas de Manolo Escobar a Conchita Velasco en Juicio de faldas.

Pero eso ya lo sabíamos. Al igual que con las manchas de moras, hay en España mucha gente convencida de que el franquismo solo se quita con más franquismo.

Es muy mal negocio cuidarse de la improbable influencia cultural de una dictadura pretérita con los mismos métodos de paternalismo moral que esta practicaba en el cine y en la tele. Es cuanto menos grosero decirle a un espectador adulto y libre cómo debe interpretar una película. Y es del todo despiporrante y chipiritifláutico que nos pongamos vendas ante las cursiladas de Pili y Mili, el falsete de Gracita Morales o las muecas caricatas de Lina Morgan.

Cine de barrio ya provee contexto sobrado con su puesta en escena y con su sitio bien ganado en el imaginario de la audiencia desde hace tantísimos años. Hay que estar muy desinformado (a un nivel extraterrestre o de recién despertado de un coma de 30 años) para no saber de qué va esta recreación nostálgica en un cine que, más allá de su “contexto social”, fue inmensamente popular y ofreció una válvula de risas y goce en una época que iba del negro al gris. Por supuesto que también era parte del entramado propagandístico de la dictadura, como lo fue la copla, pero a la vez (oh, paradoja), era un respiradero. Porque nada en la cultura, ni siquiera lo más simplón, tiene un significado único. Nada “debe entenderse” de una sola forma correcta. Y es esa sensación de ligereza y amabilidad, contrastantes con la dureza áspera del franquismo, la que intentan rescatar parte de los espectadores de Cine de barrio. Un intelectual tan poco sospechoso de franquismo como Manuel Vázquez Montalbán lo comprendió muy bien en el caso de la copla. No es muy diferente en el cine.

Lo menos que podemos hacer hoy es dejar al público de Cine de barrio en paz. Ya sufrieron una dictadura, no les amarguemos también la vejez con las mismas moralinas que soportaron en su juventud.

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Sobre la firma

Sergio del Molino

Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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