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8 de julio de 2025

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Entre grandes avances y la falta de fondos: la vida en los laboratorios

Cuando el diario 20minutos echó a andar hace 25 años hablar de cáncer era sinónimo de muerte y a la emergencia climática se le llamaba calentamiento global. Desde el año 2000, eventos históricos como la llegada del primer caso del virus del Ébola a España, la pandemia de la covid-19 con un confinamiento total de la población y la posterior llegada de las vacunas que nos permitieron recuperar la normalidad, el aumento de las tasas de obesidad, la adicción a las pantallas, episodios climáticos adversos de carácter extremo como incendios forestales de sexta generación o la DANA de Valencia, o el reciente apagón en toda la Península Ibérica han sido momentos en los que la ciencia ha tenido un papel clave. Para el biólogo Fernando Valladares y la inmunóloga Matilde Cañelles, ambos científicos investigadores del CSIC, el descubrimiento de la inmunoterapia contra el cáncer, el hallazgo del genoma humano completo en 2022 o la detección de las ondas gravitacionales en 2015 son los avances científicos más destacados del último cuarto de siglo.

Reunidos en la sede de CaixaForum Madrid, escenario de referencia para la divulgación del conocimiento en la capital, ambos científicos reflexionan para 20minutos sobre cómo ha cambiado la forma de hacer ciencia en los últimos 25 años. Sin pelos en la lengua, coinciden al señalar que el aumento de la competencia por la financiación ha derivado en la formación de grandes grupos de investigación que necesitan publicar mucho para obtener fondos. «Eso no es bueno para la ciencia, ni para la humanidad, y no sé si tiene fácil solución», admite Cañelles, que fue una de las voces de referencia durante la pandemia. Valladares, muy involucrado en la divulgación sobre las consecuencias del cambio climático, añade que, ahora, la «ciencia globalizada» permite «abordar problemas que antes era imposible, pero tiene un lado más oscuro que ha llevado a que predominen los grupos grandes, que tienen que asegurar producción. Eso es un enemigo frontal de la innovación, el riesgo y la creatividad que se pueden permitir los grupos pequeños. La ciencia, como el arte, están en el límite: si no te arriesgas a cruzarlo, no llegas muy lejos«.

En este contexto, la percepción de la ciencia por parte de la sociedad ha ido «hacia abajo», opina Cañelles, que echa de menos programas de televisión de temática científica como Cosmos, la serie de los años 80 del siglo pasado conducida por Carl Sagan. La investigadora admite que «este tipo de personajes ya no están en parte porque dentro de los mismos científicos está mal visto ser mediático, parece que por hablar con el público no se pueda hacer buena ciencia, cuando no tiene nada que ver». En este sentido, Valladares habla de «ciclos temporales» que van ligados a la «volatilidad política» y considera que «ahora estamos viendo populismos en los que la información veraz es equivalente a la no veraz».

En los momentos de emergencia sanitaria, climática o energética vividos en los últimos años, la sociedad ha buscado explicaciones y soluciones en la comunidad científica. «Pasó con la covid, cuando de repente todo el mundo veneró a los científicos. Son altibajos normales. Ahora estamos yendo hacia el lado contrario, pues ya estamos aburridos tras cinco años de covid y el público mira hacia otro lado», comenta Cañelles.

«La ciencia es una herramienta potente para la toma de decisiones, pero depende de cómo se valore», señala el también profesor de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos. Los dos investigadores echan de menos una mayor consideración del criterio científico en la toma de decisiones políticas. La inmunóloga considera que «la política va siempre hacia aquello que es más popular, ignorando muchas veces los datos científicos». En otras palabras: «Al político le es mucho más fácil decir ‘estate todo el día sentado comiendo tu comida ultraprocesada y luego te tomas la pastillita y ya está’ que decir ‘haz más ejercicio y come más sano para que no tengas una enfermedad crónica».

«La ciencia es una herramienta potente para la toma de decisiones, pero depende de cómo se valore»

Para su compañero, durante la pandemia «sobraban epidemiólogos» y faltaban psicólogos, antropólogos y filósofos. En los últimos cinco o siete años, dice Valladares, la sociedad «ha perdido mucha autocrítica dejándose llevar por una tecnología sexy pero muy superficial que no va al fondo de las cuestiones». Valladares lamenta que en esta era se está minando la democracia y el conocimiento, al tiempo que coincide con Cañelles al señalar: «A los científicos se nos consulta, pero luego se nos hace caso o no según encaje con una estrategia política prefijada». «Somos ocho mil millones de personas gracias a la duplicación de la esperanza de vida en el siglo XX y eso mayoritariamente es un logro con base científica. Somos una sociedad muy tecnificada, con mucho apoyo en la ciencia y, paradójicamente, ahora que nos tiemblan las piernas porque nos asomamos a un precipicio, abandonamos a la ciencia», continúa Valladares.

De los últimos 25 años, Cañelles considera que la ciencia ha sido clave para, entre otras cuestiones, desarrollar las vacunas. El primer contagio autóctono de ébola en 2014 en España supuso un «empujón», pero el «susto padre» de la covid-19 aceleró el desarrollo de las vacunas de ARN que había realizado la después premiada con el Nobel Katalin Karikó para curar el cáncer. «No aprendemos. La ciencia avanza siempre que nos llevamos el porrazo», admite la también investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC. Por su parte, Valladares reprueba que «se prioriza el negocio frente a la seguridad» al «no ceder tecnología» y defiende que «muchas de las propuestas de la ciencia acaban siendo rentables, pero dándoles tiempo».

Respecto al clima, el biólogo destaca que tan alarmante son los datos de los modelos climáticos difundidos durante los últimos años, que se «han fallado porque se han quedado cortos», como los «negacionistas», que utilizan la prudencia de los científicos para dar mensajes de gran calado para decir que «el cambio climático no existe». Valladares recuerda que en 2024 el calentamiento del planeta respecto a la era preindustrial alcanzó por primera vez el 1,6 ºC, cuando en el Acuerdo de París de 2015 se estableció como objetivo no superar el 1,5 ºC, que ya «se están alcanzando puntos de no retorno» o que «no hay ninguna duda de que va a colapsar la Corriente de Circulación del Atlántico Norte«. «Las fisuras y las incertidumbres de la ciencia se utilizan con fines políticos. Raro es un científico que te diga 100% ó 0%, pero vivimos en un mundo binario», abunda.

«Hace 25 años, una mujer en ciencia era un bicho raro y estaba apartada»

En el campo de la salud, Cañelles destaca que «se ha avanzado mucho» pero «a trompicones». La científica expone que a pesar de la cantidad de dinero que se invierte en investigación contra el cáncer, se avanza «despacito», un aspecto que le «asusta mucho», al tiempo que anota: «Hemos alargado el periodo de vida, aunque no con la calidad que se debería». En su opinión, «lo más prometedor en cuestión de salud es la implementación de la inteligencia artificial» para -pone de ejemplo- realizar cribados masivos o personalizar tratamientos.

Paridad de género

En todos estos años, las mujeres científicas han logrado mayor visibilidad, pero continúa sin alcanzarse la paridad de género. «Se ha avanzado muchísimo. Hace 25 años una mujer en ciencia era un bicho raro y se la trataba como rara, estaba apartada de los grupos de networking«, reconoce Cañelles, mientras Valladares asiente. «Estamos desaprovechando la oportunidad de empujar todo lo que estamos aprendiendo con el feminismo», añade. La inmunóloga asevera que aspectos como que solo puntúen los cuidados cuando se solicita una excedencia -cuando un parón para las científicas es «un suicidio»- o dar «más cargos» no son medidas «proactivas» para favorecer la presencia femenina en los laboratorios y tienen como consecuencia la foto actual: «Entran más o menos las mismas mujeres que hombres, pero luego ellas se van quedando más abajo en la subida de la carrera profesional» al coincidir el momento de la consolidación con la maternidad.

En el último cuarto de siglo también ha cambiado la actitud en el trabajo. Los jóvenes científicos tienen, en general y según aprecian los dos veteranos del CSIC, una actitud «práctica» ante la «incertidumbre» de la carrera científica que les puede llevar a decantarse por la empresa privada. «El problema lo tiene la ciencia y lo tienen los gobiernos, porque están dejando escapar una oportunidad de tener a la mejor gente haciendo ciencia», anota Cañelles. Valladares está «muy de acuerdo» con este punto, que considera «preocupante» porque «al final la ciencia la están haciendo no necesariamente los mejores, sino los que tienen otras capacidades como capacidad de aguante».

El biólogo reconoce su currículum se debe a «trabajar como un enfermo y sacrificar parte de su desarrollo personal y vida familiar y social». En cambio, «los jóvenes han cambiado muchas cosas» como que «llegan exigiendo Seguridad Social desde el primer día, queriendo salir a las 17 horas porque tienen clase de piano o han quedado». Se reconoce como un «viejuno» al confesar que esta actitud al principio le sorprendía, pero asegura que después de «muchos años» ha entendido que las nuevas generaciones han aprendido que «hay vida más allá del trabajo» y que «trabajar con equilibrio es más productivo».

Para los próximos 25 años, cada uno tiene su particular deseo. A Cañelles le gustaría leer la noticia de que se ha hallado «la curación del cáncer» y espera «que venga por el lado de las inmunoterapias». Valladares, por su parte, quisiera ver «premios nobeles españoles por la mejor de las razones y ojalá de terceros países donde la ciencia es casi un deporte de riesgo».

 Fernando Valladares y Matilde Cañelles, ambos del CSIC, analizan cómo ha evolucionado la forma de investigar.  

Cuando el diario 20minutos echó a andar hace 25 años hablar de cáncer era sinónimo de muerte y a la emergencia climática se le llamaba calentamiento global. Desde el año 2000, eventos históricos como la llegada del primer caso del virus del Ébola a España, la pandemia de la covid-19 con un confinamiento total de la población y la posterior llegada de las vacunas que nos permitieron recuperar la normalidad, el aumento de las tasas de obesidad, la adicción a las pantallas, episodios climáticos adversos de carácter extremo como incendios forestales de sexta generación o la DANA de Valencia, o el reciente apagón en toda la Península Ibérica han sido momentos en los que la ciencia ha tenido un papel clave. Para el biólogo Fernando Valladares y la inmunóloga Matilde Cañelles, ambos científicos investigadores del CSIC, el descubrimiento de la inmunoterapia contra el cáncer, el hallazgo del genoma humano completo en 2022 o la detección de las ondas gravitacionales en 2015 son los avances científicos más destacados del último cuarto de siglo.

Reunidos en la sede de CaixaForum Madrid, escenario de referencia para la divulgación del conocimiento en la capital, ambos científicos reflexionan para 20minutos sobre cómo ha cambiado la forma de hacer ciencia en los últimos 25 años. Sin pelos en la lengua, coinciden al señalar que el aumento de la competencia por la financiación ha derivado en la formación de grandes grupos de investigación que necesitan publicar mucho para obtener fondos. «Eso no es bueno para la ciencia, ni para la humanidad, y no sé si tiene fácil solución», admite Cañelles, que fue una de las voces de referencia durante la pandemia. Valladares, muy involucrado en la divulgación sobre las consecuencias del cambio climático, añade que, ahora, la «ciencia globalizada» permite «abordar problemas que antes era imposible, pero tiene un lado más oscuro que ha llevado a que predominen los grupos grandes, que tienen que asegurar producción. Eso es un enemigo frontal de la innovación, el riesgo y la creatividad que se pueden permitir los grupos pequeños. La ciencia, como el arte, están en el límite: si no te arriesgas a cruzarlo, no llegas muy lejos«.

En este contexto, la percepción de la ciencia por parte de la sociedad ha ido «hacia abajo», opina Cañelles, que echa de menos programas de televisión de temática científica como Cosmos, la serie de los años 80 del siglo pasado conducida por Carl Sagan. La investigadora admite que «este tipo de personajes ya no están en parte porque dentro de los mismos científicos está mal visto ser mediático, parece que por hablar con el público no se pueda hacer buena ciencia, cuando no tiene nada que ver». En este sentido, Valladares habla de «ciclos temporales» que van ligados a la «volatilidad política» y considera que «ahora estamos viendo populismos en los que la información veraz es equivalente a la no veraz».

En los momentos de emergencia sanitaria, climática o energética vividos en los últimos años, la sociedad ha buscado explicaciones y soluciones en la comunidad científica. «Pasó con la covid, cuando de repente todo el mundo veneró a los científicos. Son altibajos normales. Ahora estamos yendo hacia el lado contrario, pues ya estamos aburridos tras cinco años de covid y el público mira hacia otro lado», comenta Cañelles. 

«La ciencia es una herramienta potente para la toma de decisiones, pero depende de cómo se valore», señala el también profesor de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos. Los dos investigadores echan de menos una mayor consideración del criterio científico en la toma de decisiones políticas. La inmunóloga considera que «la política va siempre hacia aquello que es más popular, ignorando muchas veces los datos científicos». En otras palabras: «Al político le es mucho más fácil decir ‘estate todo el día sentado comiendo tu comida ultraprocesada y luego te tomas la pastillita y ya está’ que decir ‘haz más ejercicio y come más sano para que no tengas una enfermedad crónica».

«La ciencia es una herramienta potente para la toma de decisiones, pero depende de cómo se valore»

Para su compañero, durante la pandemia «sobraban epidemiólogos» y faltaban psicólogos, antropólogos y filósofos. En los últimos cinco o siete años, dice Valladares, la sociedad «ha perdido mucha autocrítica dejándose llevar por una tecnología sexy pero muy superficial que no va al fondo de las cuestiones». Valladares lamenta que en esta era se está minando la democracia y el conocimiento, al tiempo que coincide con Cañelles al señalar: «A los científicos se nos consulta, pero luego se nos hace caso o no según encaje con una estrategia política prefijada». «Somos ocho mil millones de personas gracias a la duplicación de la esperanza de vida en el siglo XX y eso mayoritariamente es un logro con base científica. Somos una sociedad muy tecnificada, con mucho apoyo en la ciencia y, paradójicamente, ahora que nos tiemblan las piernas porque nos asomamos a un precipicio, abandonamos a la ciencia», continúa Valladares.

De los últimos 25 años, Cañelles considera que la ciencia ha sido clave para, entre otras cuestiones, desarrollar las vacunas. El primer contagio autóctono de ébola en 2014 en España supuso un «empujón», pero el «susto padre» de la covid-19 aceleró el desarrollo de las vacunas de ARN que había realizado la después premiada con el Nobel Katalin Karikó para curar el cáncer. «No aprendemos. La ciencia avanza siempre que nos llevamos el porrazo», admite la también investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC. Por su parte, Valladares reprueba que «se prioriza el negocio frente a la seguridad» al «no ceder tecnología» y defiende que «muchas de las propuestas de la ciencia acaban siendo rentables, pero dándoles tiempo».

Respecto al clima, el biólogo destaca que tan alarmante son los datos de los modelos climáticos difundidos durante los últimos años, que se «han fallado porque se han quedado cortos», como los «negacionistas», que utilizan la prudencia de los científicos para dar mensajes de gran calado para decir que «el cambio climático no existe». Valladares recuerda que en 2024 el calentamiento del planeta respecto a la era preindustrial alcanzó por primera vez el 1,6 ºC, cuando en el Acuerdo de París de 2015 se estableció como objetivo no superar el 1,5 ºC, que ya «se están alcanzando puntos de no retorno» o que «no hay ninguna duda de que va a colapsar la Corriente de Circulación del Atlántico Norte«. «Las fisuras y las incertidumbres de la ciencia se utilizan con fines políticos. Raro es un científico que te diga 100% ó 0%, pero vivimos en un mundo binario», abunda.

En el campo de la salud, Cañelles destaca que «se ha avanzado mucho» pero «a trompicones». La científica expone que a pesar de la cantidad de dinero que se invierte en investigación contra el cáncer, se avanza «despacito», un aspecto que le «asusta mucho», al tiempo que anota: «Hemos alargado el periodo de vida, aunque no con la calidad que se debería». En su opinión, «lo más prometedor en cuestión de salud es la implementación de la inteligencia artificial» para -pone de ejemplo- realizar cribados masivos o personalizar tratamientos.

En todos estos años, las mujeres científicas han logrado mayor visibilidad, pero continúa sin alcanzarse la paridad de género. «Se ha avanzado muchísimo. Hace 25 años una mujer en ciencia era un bicho raro y se la trataba como rara, estaba apartada de los grupos de networking«, reconoce Cañelles, mientras Valladares asiente. «Estamos desaprovechando la oportunidad de empujar todo lo que estamos aprendiendo con el feminismo», añade. La inmunóloga asevera que aspectos como que solo puntúen los cuidados cuando se solicita una excedencia -cuando un parón para las científicas es «un suicidio»- o dar «más cargos» no son medidas «proactivas» para favorecer la presencia femenina en los laboratorios y tienen como consecuencia la foto actual: «Entran más o menos las mismas mujeres que hombres, pero luego ellas se van quedando más abajo en la subida de la carrera profesional» al coincidir el momento de la consolidación con la maternidad.

En el último cuarto de siglo también ha cambiado la actitud en el trabajo. Los jóvenes científicos tienen, en general y según aprecian los dos veteranos del CSIC, una actitud «práctica» ante la «incertidumbre» de la carrera científica que les puede llevar a decantarse por la empresa privada. «El problema lo tiene la ciencia y lo tienen los gobiernos, porque están dejando escapar una oportunidad de tener a la mejor gente haciendo ciencia», anota Cañelles. Valladares está «muy de acuerdo» con este punto, que considera «preocupante» porque «al final la ciencia la están haciendo no necesariamente los mejores, sino los que tienen otras capacidades como capacidad de aguante». 

El biólogo reconoce su currículum se debe a «trabajar como un enfermo y sacrificar parte de su desarrollo personal y vida familiar y social». En cambio, «los jóvenes han cambiado muchas cosas» como que «llegan exigiendo Seguridad Social desde el primer día, queriendo salir a las 17 horas porque tienen clase de piano o han quedado». Se reconoce como un «viejuno» al confesar que esta actitud al principio le sorprendía, pero asegura que después de «muchos años» ha entendido que las nuevas generaciones han aprendido que «hay vida más allá del trabajo» y que «trabajar con equilibrio es más productivo».

Para los próximos 25 años, cada uno tiene su particular deseo. A Cañelles le gustaría leer la noticia de que se ha hallado «la curación del cáncer» y espera «que venga por el lado de las inmunoterapias». Valladares, por su parte, quisiera ver «premios nobeles españoles por la mejor de las razones y ojalá de terceros países donde la ciencia es casi un deporte de riesgo».

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