Por espacio de dos horas y algunos minutos el tiempo fue un paréntesis de gozo que escoró la vida hacia la felicidad. Todo fueron sonrisas, ventura y mensajes de autosuperación del hombre herido y sensible, recetas para alcanzar la plenitud a las que sólo faltó posología, hecho que fue considerado un detalle menor por la multitud que llenó el Estadi Olímpic este martes para formar parte del mundo de Imagine Dragons. Igual que en su previo concierto de Madrid, la banda de Las Vegas es fiel a sus orígenes y creó un vergel de luces, sonido y efectos en medio del secarral de la rutina, un proyecto de fuga del tedio, un artificio similar a un parque temático. Y lo hicieron con profesionalidad y solvencia mediante un espectáculo que siempre se centró en la persona, en los músicos, principalmente en Dan Reynolds, su cantante. Quien estuvo allí repetirá.
La banda de Los Ángeles removió los cimientos del Estadi Olímpic de Barcelona en un concierto muy efectivo
Por espacio de dos horas y algunos minutos el tiempo fue un paréntesis de gozo que escoró la vida hacia la felicidad. Todo fueron sonrisas, ventura y mensajes de autosuperación del hombre herido y sensible, recetas para alcanzar la plenitud a las que sólo faltó posología, hecho que fue considerado un detalle menor por la multitud que llenó el Estadi Olímpic este martes para formar parte del mundo de Imagine Dragons. Igual que en su previo concierto de Madrid, la banda de Las Vegas es fiel a sus orígenes y creó un vergel de luces, sonido y efectos en medio del secarral de la rutina, un proyecto de fuga del tedio, un artificio similar a un parque temático. Y lo hicieron con profesionalidad y solvencia mediante un espectáculo que siempre se centró en la persona, en los músicos, principalmente en Dan Reynolds, su cantante. Quien estuvo allí repetirá.
Todo comenzó a todo trapo. Enormes pantallas en blanco primera comunión, símbolo de pureza y de paz. Los músicos salieron poco a poco, caminando como mortales que acuden a su trabajo. Comenzó la retenida Fire In These Hills y los efectos de luz se fueron añadiendo al desarrollo de la canción. Dan, vestido de turista –camiseta sin mangas, bermudas, calcetines blancos altos y sencillas zapatillas deportivas- ya estaba paseando a las primeras de cambio por la pasarela que hendía la pista, acercándose al público que sin solución de continuidad recibía los primeros confetis. Luego, antes de concluir las seis primeras canciones, tuvo llamaradas, gigantescos balones de playa, fuegos artificiales y humo, como diciendo que los ases se ponen rápido en el tapete para que no caigan de la manga. El sonido excelente desde el primer compás y el público en pie ya en Thunder, uno de sus grandes éxitos sonando para entonar sin dilación a la multitud. Puede que escuchada en disco no se entienda el éxito de la banda, pero vista en directo todo cuadra, la música de Imagine Dragons nació para los estadios.
![DVD 1273 01/07/25 Barcelona. Concierto de Imagine Dragons en el Estadio Olímpico. [ALBERT GARCIA] EL PAIS](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FP7TPBVKAVCDLNMJJFEXK424NA.jpg?auth=970dabcfeddb4b01d588db5e78fb641b7295fdb356386e2d9c70681cc5303eb5&width=414)
Las canciones de estadio son como globos que se hinchan con expansividad y en las que no suelen faltar vocales para ser coreadas a pleno pulmón. Los estribillos, aunque no sean del todo previsibles, deben ser directos y sencillos y suele ser necesario un cantante carismático. Dan conoce su trabajo, y tal que un guardia urbano guiaba gestualmente sus canciones e intentaba expresar sentimientos. En Bones con una línea de bajo que en directo recordó en su inicio a la de New Year’s Day de U2, comenzó un desfile de referencias que hacen de Imagine Dragons una banda que pica de unos Red Hot Chili Peppers de funk domesticado, con líneas de bajo saltarinas y canciones entre dichas y cantadas, que se acercaron al folk en su set acústico de dos canciones, Next To Me y un I Bet My Life, en la que se intuyó a Mumford & Sons y también aparecieron otros prescriptores de felicidad como Coldplay en Demons. Y cuando Wayne Sermon inició con la guitarra I’m So Sorry en la pasarela no se sabía si comenzaba un tema de Deep Purple, un blues rock setentero al que sólo le faltaba melena o es que se estaba liando. Un tutti frutti musical que en cuanto pudo Dan cantó ya sin camiseta, contraviniendo la normativa de urbanidad barcelonesa, aunque con ese torso, por cierto sin tatuajes más allá de su prominente musculatura, no será cuestión de objetar nada: sólo de sus trapecios podía colgar la carpa del Circ Du Soleil.
En su acercamiento al público local, uno de los aspectos que explican el éxito del grupo, Dan se esforzó en hablar castellano, más que nada para asegurar lo obvio, que no lo habla muy bien, pero se marcó unos versos de José Martí pertenecientes a Yo soy un hombre sincero y a Guantanamera. En tiempos de confusión con El meu avi, otra referencia a la independencia de Cuba, de la que el político y poeta muerto por los españoles fue instigador. Hubo también palabras de ánimo para superar los problemas emocionales y de salud mental, él los ha pasado, acudiendo a terapia y charlando con las personas cercanas, frases que se repiten en cada concierto y que parecen extraídas de un manual de autoayuda. Es difícil la convivencia entre espectáculo y consejos trascendentes, que con Imagine Dragons parecen por él absorbidos. Pero buena voluntad se le supuso al chicarrón. Y como además imponía con su pie de micro tomado de la base y manteniéndolo enhiesto como si fuese un enjuto bastón de mando, cualquier objeción se diluía ante tan imponente presencia. Y dando muestra de su versatilidad, Dan tocó la batería en Radioactive, parecía el Increíble Hulk aporreando los parches en este hit que removió el estadio, para luego tocar el piano en Demons.
Para el final de un concierto triunfal en el que Dan obsequió a Barcelona con los mejores elogios, “me gustan las tapas” reconoció, el grupo se guardó Believer, un tema aplastante con apabullantes cifras de escucha en streaming. Imagine Dragons, un grupo para grandes recintos, asequible, empático, con un rock que no hiere pero que enfatiza, entreverado con electrónica y pop, se despidió como lo que es, una banda triunfadora.
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