Como no soy experta, ni politóloga, ni contertulia, ni profeta, no me veo en la tesitura de tener que afirmar que yo ya (ya yo…) suponía en qué iba a consistir la comparecencia del presidente de la Generalitat. Hace tiempo que comprendí que el conocimiento nace de la capacidad de asombro, de “no entenderlo todo”, como decía la escritora Grace Paley, o de no estar de vuelta, como insinuaba Flannery O’Connor.
Aun sabiendo como cualquiera que Carlos Mazón había sobrepasado todos los límites de la decencia, su comparecencia me ha dejado mirando al vacío
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
Aun sabiendo como cualquiera que Carlos Mazón había sobrepasado todos los límites de la decencia, su comparecencia me ha dejado mirando al vacío

Como no soy experta, ni politóloga, ni contertulia, ni profeta, no me veo en la tesitura de tener que afirmar que yo ya (ya yo…) suponía en qué iba a consistir la comparecencia del presidente de la Generalitat. Hace tiempo que comprendí que el conocimiento nace de la capacidad de asombro, de “no entenderlo todo”, como decía la escritora Grace Paley, o de no estar de vuelta, como insinuaba Flannery O’Connor.
Para entender a los seres humanos hay que observarlos como Jane Godall a los primates, con una entrega atenta e inocente. De esta manera, confieso que aun sabiendo como cualquiera que Carlos Mazón había sobrepasado todos los límites de la decencia, aferrándose al cargo como el mejillón a su roca, la comparecencia de esta mañana me ha dejado mirando al vacío. No he sido capaz de que la taza del café me llegara a los labios. Desconozco si se trataba de una prosa de su puño y letra o estaba trenzada por algún asesor inspirado, pero esa táctica de dimitir culpando a otros de los errores propios podría haber sido cómica si no fuera porque tal pantomima ha vuelto una vez más a hurgar en la herida de las víctimas. Ajeno a la responsabilidad a la que le obligaba su cargo, más aún en el cierre de su mandato, Mazón ha echado mano del bulo fácilmente desmontable que acusa al Estado de no estar aportando ayudas a la reconstrucción por cálculo político. Mazón hablando de cálculo político, empezamos bien. El Estado español, ha venido a decir, ha dejado solos a los valencianos. ¿Pueden creer esto los valencianos que votan al Partido Popular? Victimizándose, ha acusado a su vez al pueblo que exige su dimisión de hacerle a su familia la vida insoportable, sin comprender que ha sido él con sus embustes quien ha colocado a sus seres queridos en una situación deshonrosa: ¿lo exonera su familia de toda responsabilidad? Ha tachado también de machistas a los que fantasearon, o no, con las verdaderas intenciones que le llevaron a invitar y ofrecer cargos a una periodista. ¿Es que no ha entendido todavía que ha sido él quien ha calentado el motor de la rumorología? Ha cargado de nuevo contra los técnicos por la falta de información sobre el desbordamiento del barranco del Poyo.
¿No está al tanto de cómo esta tesis está siendo desmontada a diario por la jueza Ruiz Tobarra? Este inesperado defensor de las mujeres está persiguiendo que su consejera Salomé Pradas asuma toda la culpa de la pésima gestión de la dana, ¿no se da cuenta de que ella ya no está dispuesta a comerse todo el marrón? Mintió él, mintió su presidente, Feijóo, al afirmar que habían compartido “a tiempo real” información sobre la alarmante escalada del agua, ¿es que no pensaron uno y otro que las llamadas quedan registradas? Hasta ha llegado a escucharse en no saber si existían víctimas mortales hasta la medianoche, ¿cuántos muertos necesita un presidente para actuar?, ¿no escuchó, como todos los que seguíamos “a tiempo real” las noticias, que había sospechas lógicas de fallecidos desde que cientos de desesperados comenzaron a llamar a emergencias? Son tantos los balones que este político acosado por el pueblo ha echado fuera que cuando ha asumido, al fin, un error, el único según su escasa conciencia, consistente en haber mantenido lo que él ha llamado “su agenda” a pesar de la amenaza que se cernía, me han entrado ganas de apagar la radio, ¿es que no se acordaba de que esa mañana, en un acto público, él mismo restó importancia a las previsiones?, ¿es que todo un presidente no sabe distinguir entre una agenda pública y otra privada? Sostiene Mazón que no era ajeno al sentir del pueblo, a esas voces que él escuchaba desde “su atalaya”. ¿Quién demonios habrá elegido ese término, atalaya, tan contradictorio con lo que se supone trataba de expresar? Así cobra sentido que fuera al bajarse de su atalaya y acudir al funeral cuando captó por primera vez lo que la ciudadanía le estaba gritando desde hacía un año.
¿Qué tipo de final es este? Las mentiras seguirán en boca del expresidente, mientras la jueza desvela las verdades. Qué lástima que haya sido así, y qué asco de cálculo político que infecta a los partidos hasta conseguir que la sociedad responda con desafección o votando a portadores de pensamientos totalitarios. No sabemos qué cambia después del grotesco discurso. Mazón sigue aforado, sigue siendo diputado, lo sustituirá alguien que lo arropó hasta el último momento y Vox marcará el paso. Eso sí, las víctimas no van a estar dispuestas a concederle la categoría de víctima 230 a quien los desatendió el día de su desgracia. Lo seguirán señalando con el dedo.
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Sobre la firma

Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por ‘Los Trapos Sucios’ y el Biblioteca Breve por ‘Una palabra tuya’. Otras novelas suyas son: ‘Lo que me queda por vivir’ y ‘A corazón abierto’. Su último libro es ‘En la boca del lobo’. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.
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