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Lamine Yamal se desvaneció entre los silbidos y fue el centro de la bronca final en el Bernabéu

Lamine Yamal había sido el protagonista de la previa del Clásico por sus palabras, pero después en el campo no lo fue con su fútbol, desenfocado durante casi todo el encuentro. Lo que dijo dolió en el madridismo, y cuando el árbitro pitó el final del encuentro, Carvajal se acercó a él y le hizo un gesto con las manos muy claro: «Habla ahora» o «has hablado mucho». El jugador del Barcelona se revolvió y le dijo el típico «nos vemos fuera».

 

Se montó la segunda tangana de la tarde, ambas en los instantes finales. Antes había sido por la roja a Pedri, que propició que los banquillos se enfrentaran. Después, mientras se llevaban a Lamine, llegó corriendo Courtois, y Vinicius le repitió el gesto y se fue a por él mientras hablaban en la distancia. Tuvieron que parar al brasileño, intervenir hasta la policía, con jugadores como Camavinga y De Jong intentando poner paz y otros como Raphinha o el propio portero más guerreros. Courtois se acabó olvidando y se fue al centro del campo para celebrar la victoria.

De Jong: «Todo es muy exagerado»

Lamine Yamal tiene que darse cuenta de qué supone en el mundo del fútbol y en el Barcelona, y pese al ambiente distendido, casi entre colegas, en el que dijo las palabras de la discordia, no le hicieron bien. «De repente vi a un montón de jugadores, y no sé lo que ha pasado. Vi a los jugadores del Madrid corriendo hacia Lamine, me pareció un poco exagerado, pero tenéis que preguntar a ellos», dijo De Jong en DAZN. «Si eres un compañero de Lamine y lo conoces, le puedes llamar también y decirle que no te gusta lo que ha dicho, no hacerlo en el campo», prosiguió el neerlandés. «Yo no le he escuchado diciendo eso [que el Madrid roba etc], todo es muy exagerado», concluyó.

Si a Lamine le salía un buen partido se iba a poner la corona, de forma literal si marcaba y figurada si se llevaban el triunfo, pero si no estaba claro que iba a ser el centro de la ira. Lo fue en todo momento. Es el juego que en parte él propuso. En otros partidos, por ejemplo con Piqué, las pitadas se acababan olvidando, como si el público, a la media hora, ya se diera cuenta de que merecía la pena seguir. Los silbidos a Lamine fueron de principio a fin, desde la salida al calentamiento. Cuando se retiró al vestuario no se escucharon tanto, porque el atacante barcelonista se marchó justo cuando la publicidad estaba atronando por los altavoces del estadio.

Cuando se recitaron las alineaciones subieron los decibelios, y después cada vez que tocaba el balón. En la primera parte, la verdad, lo hizo pocas veces. Arrancó tranquilo, como dejando tiempo a que pasara el revuelo, y cuando tenía la pelota ni siquiera buscaba encarar a Carreras, el futbolista que finalmente logró mantenerlo más o menos sujeto y del que se terminó alejando, pues acabó jugando de mediapunta. Participó más tras el descanso, pero no estuvo fino en el regate ni en el remate. Si disparaba fuera por mucho, llegaban las risas. Lamine estuvo incómodo, se agachaba y se tocaba un tobillo. «Venía de una lesión y necesita más partido para ponerse en forma. Tiene 18 años, tenemos que ayudarlo entre todos», aseguró Marcus Sorg.

 El extremo, pitado de principio a fin, no brilló en el Clásico, Carvajal le recriminó sus palabras de la previa y se montó una tangana al final del encuentro  

Lamine Yamal había sido el protagonista de la previa del Clásico por sus palabras, pero después en el campo no lo fue con su fútbol, desenfocado durante casi todo el encuentro. Lo que dijo dolió en el madridismo, y cuando el árbitro pitó el final del encuentro, Carvajal se acercó a él y le hizo un gesto con las manos muy claro: «Habla ahora» o «has hablado mucho». El jugador del Barcelona se revolvió y le dijo el típico «nos vemos fuera».

Se montó la segunda tangana de la tarde, ambas en los instantes finales. Antes había sido por la roja a Pedri, que propició que los banquillos se enfrentaran. Después, mientras se llevaban a Lamine, llegó corriendo Courtois, y Vinicius le repitió el gesto y se fue a por él mientras hablaban en la distancia. Tuvieron que parar al brasileño, intervenir hasta la policía, con jugadores como Camavinga y De Jong intentando poner paz y otros como Raphinha o el propio portero más guerreros. Courtois se acabó olvidando y se fue al centro del campo para celebrar la victoria.

Lamine Yamal tiene que darse cuenta de qué supone en el mundo del fútbol y en el Barcelona, y pese al ambiente distendido, casi entre colegas, en el que dijo las palabras de la discordia, no le hicieron bien. «De repente vi a un montón de jugadores, y no sé lo que ha pasado. Vi a los jugadores del Madrid corriendo hacia Lamine, me pareció un poco exagerado, pero tenéis que preguntar a ellos», dijo De Jong en DAZN. «Si eres un compañero de Lamine y lo conoces, le puedes llamar también y decirle que no te gusta lo que ha dicho, no hacerlo en el campo», prosiguió el neerlandés. «Yo no le he escuchado diciendo eso [que el Madrid roba etc], todo es muy exagerado», concluyó.

Si a Lamine le salía un buen partido se iba a poner la corona, de forma literal si marcaba y figurada si se llevaban el triunfo, pero si no estaba claro que iba a ser el centro de la ira. Lo fue en todo momento. Es el juego que en parte él propuso. En otros partidos, por ejemplo con Piqué, las pitadas se acababan olvidando, como si el público, a la media hora, ya se diera cuenta de que merecía la pena seguir. Los silbidos a Lamine fueron de principio a fin, desde la salida al calentamiento. Cuando se retiró al vestuario no se escucharon tanto, porque el atacante barcelonista se marchó justo cuando la publicidad estaba atronando por los altavoces del estadio.

Cuando se recitaron las alineaciones subieron los decibelios, y después cada vez que tocaba el balón. En la primera parte, la verdad, lo hizo pocas veces. Arrancó tranquilo, como dejando tiempo a que pasara el revuelo, y cuando tenía la pelota ni siquiera buscaba encarar a Carreras, el futbolista que finalmente logró mantenerlo más o menos sujeto y del que se terminó alejando, pues acabó jugando de mediapunta. Participó más tras el descanso, pero no estuvo fino en el regate ni en el remate. Si disparaba fuera por mucho, llegaban las risas. Lamine estuvo incómodo, se agachaba y se tocaba un tobillo. «Venía de una lesión y necesita más partido para ponerse en forma. Tiene 18 años, tenemos que ayudarlo entre todos», aseguró Marcus Sorg.

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