El 3I/ATLAS no es un cometa al uso. Fue descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-Impact Last Alert System) en Chile, y representa el tercer objeto interestelar conocido, tras ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019). Se desplaza a más de 220.000 kilómetros por hora en una órbita hiperbólica, lo que significa que no volverá a pasar por nuestro Sistema Solar.
Los cálculos de la Planetary Society indican que su núcleo mide unos cinco kilómetros de diámetro y contiene materiales que podrían datar de hace más de 10.000 millones de años. «Es una cápsula del tiempo galáctica«, definió Xabier Pérez Couto, investigador del CITIC en la Universidad de A Coruña, que ha reconstruido su trayectoria durante los últimos diez millones de años para «crear el mapa de la Vía Láctea más preciso hasta la fecha”. Su naturaleza y su origen, totalmente desconocidos, han generado una sucesión de conjeturas y misterios a su paso por nuestra galaxia.
Agua en el vacío y metales imposibles
El comportamiento químico del cometa es otro de los enigmas. En un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, investigadores de la Universidad de Auburn detectaron emisiones de hidroxilo (OH) —una firma ultravioleta del agua— a más de tres veces la distancia entre la Tierra y el Sol, donde las temperaturas son demasiado bajas para la sublimación del hielo. «Cuando encontramos agua, o incluso su débil eco ultravioleta en un cometa, es como leer una nota de otro sistema planetario«, explicó el físico Dennis Bodewits.
A esto se suma la detección de una aleación de níquel sin hierro, una composición inédita en la naturaleza. Según los análisis, el cometa emite unos cuatro gramos de níquel por segundo, generando un compuesto llamado níquel tetracarbonilo, hasta ahora solo producido en laboratorios humanos. Para los científicos, esta rareza química refuerza la idea de que 3I/ATLAS se formó en un entorno estelar radicalmente distinto al nuestro.
Una cola que desafía la física
El Observatorio del Teide en Tenerife captó una imagen que dejó perplejos a los astrónomos: la cola del cometa apunta hacia el Sol, cuando debería hacerlo en dirección contraria. Este fenómeno, conocido como anticola, es extremadamente raro. «Lo habitual es que el viento solar empuje el polvo y el gas alejándolos del Sol, pero aquí ocurre lo opuesto», explicó la astrónoma Rocío González, del equipo que realizó la observación.
Esa inversión en la dirección del chorro podría deberse, según algunos modelos, a un patrón de rotación atípico o a la expulsión de partículas metálicas que alteran el equilibrio del gas. Sin embargo, otros investigadores no descartan que haya un componente electromagnético aún no comprendido.
Ciencia y conjetura rodean al cometa
El supuesto pulso de radio ha añadido una capa más de misterio. Aunque no hay consenso sobre su origen, algunos expertos han detectado una frecuencia rítmica que «mimaría un tipo de comunicación codificada». Si fuera real, podría sugerir que el objeto detecta y responde a estímulos externos, incluso a las emisiones de radar terrestres. Según el informe preliminar de observación, el pulso coincidía con la trayectoria del cometa y mostraba un desplazamiento Doppler constante, algo inusual en emisiones naturales.
Algunos analistas se atrevieron a sugerir que podría tratarse de una «forma de comunicación o respuesta al radar terrestre». Otros, más cautelosos, apuntaron a interferencias, fallos de calibración o simples fluctuaciones del fondo cósmico. «Estos supuestos pulsos podrían ser simples efectos del ruido cósmico«, explicó un grupo de investigadores que pide «extrema cautela antes de atribuir el hallazgo a una causa extraordinaria».
La IAWN (Red Internacional de Alerta de Asteroides), dependiente de la NASA, insiste en la prudencia. El 21 de octubre, la agencia emitió un comunicado técnico (MPEC-2025-U142) anunciando una “Campaña de Astrometría de Cometas” centrada en 3I/ATLAS, con observaciones coordinadas entre noviembre de 2025 y enero de 2026. «El objeto plantea desafíos únicos para predecir su trayectoria«, reconoció el organismo, que descarta por ahora cualquier riesgo para la Tierra.
Para la mayoría de astrónomos, 3I/ATLAS sigue siendo un cuerpo natural, aunque profundamente anómalo. Su trayectoria, composición y actividad lo convierten en un laboratorio cósmico único, capaz de ofrecer pistas sobre la formación temprana de la galaxia. «Todo apunta a una explicación física aún no comprendida, no necesariamente una tecnológica», señalan desde la ESA, aunque admiten que la hipótesis de una emisión no natural «no está completamente descartada».
Definido como «una cápsula del tiempo galáctica», el 3I/ATLAS representa el tercer objeto interestelar conocido, desplazándose a 220.000 km/h.
El 3I/ATLAS no es un cometa al uso. Fue descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS (Asteroid Terrestrial-Impact Last Alert System) en Chile, y representa el tercer objeto interestelar conocido, tras ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019). Se desplaza a más de 220.000 kilómetros por hora en una órbita hiperbólica, lo que significa que no volverá a pasar por nuestro Sistema Solar.
Los cálculos de la Planetary Society indican que su núcleo mide unos cinco kilómetros de diámetro y contiene materiales que podrían datar de hace más de 10.000 millones de años. «Es una cápsula del tiempo galáctica«, definió Xabier Pérez Couto, investigador del CITIC en la Universidad de A Coruña, que ha reconstruido su trayectoria durante los últimos diez millones de años para «crear el mapa de la Vía Láctea más preciso hasta la fecha”. Su naturaleza y su origen, totalmente desconocidos, han generado una sucesión de conjeturas y misterios a su paso por nuestra galaxia.
Agua en el vacío y metales imposibles
El comportamiento químico del cometa es otro de los enigmas. En un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, investigadores de la Universidad de Auburn detectaron emisiones de hidroxilo (OH) —una firma ultravioleta del agua— a más de tres veces la distancia entre la Tierra y el Sol, donde las temperaturas son demasiado bajas para la sublimación del hielo. «Cuando encontramos agua, o incluso su débil eco ultravioleta en un cometa, es como leer una nota de otro sistema planetario«, explicó el físico Dennis Bodewits.
A esto se suma la detección de una aleación de níquel sin hierro, una composición inédita en la naturaleza. Según los análisis, el cometa emite unos cuatro gramos de níquel por segundo, generando un compuesto llamado níquel tetracarbonilo, hasta ahora solo producido en laboratorios humanos. Para los científicos, esta rareza química refuerza la idea de que 3I/ATLAS se formó en un entorno estelar radicalmente distinto al nuestro.
Una cola que desafía la física
El Observatorio del Teide en Tenerife captó una imagen que dejó perplejos a los astrónomos: la cola del cometa apunta hacia el Sol, cuando debería hacerlo en dirección contraria. Este fenómeno, conocido como anticola, es extremadamente raro. «Lo habitual es que el viento solar empuje el polvo y el gas alejándolos del Sol, pero aquí ocurre lo opuesto», explicó la astrónoma Rocío González, del equipo que realizó la observación.
Esa inversión en la dirección del chorro podría deberse, según algunos modelos, a un patrón de rotación atípico o a la expulsión de partículas metálicas que alteran el equilibrio del gas. Sin embargo, otros investigadores no descartan que haya un componente electromagnético aún no comprendido.
Ciencia y conjetura rodean al cometa
El supuesto pulso de radio ha añadido una capa más de misterio. Aunque no hay consenso sobre su origen, algunos expertos han detectado una frecuencia rítmica que «mimaría un tipo de comunicación codificada». Si fuera real, podría sugerir que el objeto detecta y responde a estímulos externos, incluso a las emisiones de radar terrestres. Según el informe preliminar de observación, el pulso coincidía con la trayectoria del cometa y mostraba un desplazamiento Doppler constante, algo inusual en emisiones naturales.
Algunos analistas se atrevieron a sugerir que podría tratarse de una «forma de comunicación o respuesta al radar terrestre». Otros, más cautelosos, apuntaron a interferencias, fallos de calibración o simples fluctuaciones del fondo cósmico. «Estos supuestos pulsos podrían ser simples efectos del ruido cósmico«, explicó un grupo de investigadores que pide «extrema cautela antes de atribuir el hallazgo a una causa extraordinaria».
La IAWN (Red Internacional de Alerta de Asteroides), dependiente de la NASA, insiste en la prudencia. El 21 de octubre, la agencia emitió un comunicado técnico (MPEC-2025-U142) anunciando una “Campaña de Astrometría de Cometas” centrada en 3I/ATLAS, con observaciones coordinadas entre noviembre de 2025 y enero de 2026. «El objeto plantea desafíos únicos para predecir su trayectoria«, reconoció el organismo, que descarta por ahora cualquier riesgo para la Tierra.
Para la mayoría de astrónomos, 3I/ATLAS sigue siendo un cuerpo natural, aunque profundamente anómalo. Su trayectoria, composición y actividad lo convierten en un laboratorio cósmico único, capaz de ofrecer pistas sobre la formación temprana de la galaxia. «Todo apunta a una explicación física aún no comprendida, no necesariamente una tecnológica», señalan desde la ESA, aunque admiten que la hipótesis de una emisión no natural «no está completamente descartada».
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