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8 de julio de 2025

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Reforestar el mar para hacer frente al cambio climático: "Las posidonias ya salvaron la vida en el planeta al menos una vez"

El mar esconde bosques sumergidos que no solo son fundamentales para los ecosistemas marinos, también lo son para todos los que vivimos en la superficie terrestre debido a su altísima capacidad para absorber CO₂ y porque son una importante fuente de oxígeno. Aunque suelen pasar desapercibidos porque están ocultos en el fondo del mar, estos bosques son los verdaderos pulmones del planeta, ya que son el doble de efectivos que los bosques terrestres a la hora de purificar el aire que respiramos: capturan hasta 800 toneladas de CO₂ por hectárea y producen hasta 10 litros de oxígeno al día por metro cuadrado.

Pero estos bosques hay que cuidarlos porque algunos de ellos están seriamente amenazados por el incremento de la temperatura del mar, la actividad humana o la proliferación de especies invasoras. Es el caso de los bosques de Posidonia Oceánica, una planta acuática endémica del Mediterráneo, cuyo estado de conservación llega a ser crítico en algunos puntos de las costas de Andalucía, especialmente en Málaga y Granada.

«El valor ecológico de las praderas de fanerógamas marinas, entre ellas las de Posidonia Oceánica, es incalculable porque capturan diez veces más dióxido de carbono que toda la superficie de la selva amazónica», recalca Juan Antonio López Jaime, director científico de la Fundación Aula del Mar Mediterráneo (FAMM), que trabaja en un proyecto pionero de reforestación de esta planta acuática en las costas andaluzas, una iniciativa del programa de sostenibilidad Mares Circulares de Coca-Cola.

«Es importante reforestar la tierra, pero también hay que reforestar el mar porque los bosques terrestres y submarinos ayudan a regular la temperatura de la Tierra. Cuantos más bosques tengamos, más estaremos ayudando a enfriar el planeta y a reducir el efecto invernadero», dice López Jaime, que recuerda que la Posidonia Oceánica y otras especies de fanerógamas marinas ya ayudaron a «salvar la vida de este planeta» en el pasado: «La Posidonia es una de las especies más longevas del planeta porque tiene más de 100.000 años y tuvo un papel fundamental para salvar la vida de este planeta en el periodo cretácico».

«En aquella época hubo un cambio climático provocado en parte porque los grandes dinosaurios herbívoros estaban acabando con toda la vegetación terrestre. La temperatura global subió varios grados y el índice de CO₂ era muy superior al que tenemos actualmente. Eran unas condiciones muy difíciles para la supervivencia, pero hubo plantas como la Posidonia Oceánica que ‘decidieron’ huir de esa depredación y empezaron a poblar el mar. Se adaptaron al medio acuático y se convirtieron en una especie submarina que, gracias a su capacidad de captación de CO₂, consiguió enfriar el planeta y logró que empezara a haber, de nuevo, una gran biodiversidad», explica.

Cultivando la Posidonia Oceánica

Podríamos decir que López Jaime es un agricultor del mar porque cultiva la Posidonia Oceánica en un invernadero en el centro de innovación La Noria de Málaga y, cuando la planta ya está suficientemente madura, un equipo de buceadores voluntarios se encarga de plantarla en el lecho marino de las costas andaluzas. «Utilizamos un sistema de cultivo integrado, la acuaponía, que es sostenible porque no necesita fertilizantes externos ni productos químicos añadidos», explica este especialista en Oceanografía y Recursos Marinos.

Básicamente, la acuaponía consiste en juntar en un mismo acuario plantas y peces para que se retroalimenten, ya que los desechos de los animales, ricos en nutrientes, sirven como fertilizante para las plantas, y estas, a su vez, purifican el agua que proporciona oxígeno a los peces: «Intentamos crear un ciclo cerrado lo más natural posible. Junto a las posidonias tenemos caballitos de mar, cangrejos o pequeños moluscos como caracoles marinos. Los excrementos de estos animales, sobre todo la urea, acaban convirtiéndose en nitrato para las plantas gracias a la intervención de unas bacterias llamadas nitrobacter, que nosotros procreamos de manera natural. Las bacterias son realmente el puente entre los animales y las plantas para que puedan ayudarse mutuamente».

Los esquejes de posidonia crecen en el acuario durante unos 9 meses porque «no es recomendable tenerlos más tiempo en cultivo» y posteriormente son trasplantados al mar. Para que sus raíces agarren al fondo marino, el equipo de López Jaime utiliza una técnica pionera que consiste en «anclar las raíces a unos módulos de piedra caliza, que posteriormente son depositados en el lecho marino». Así se evita que las corrientes o el oleaje arranquen los esquejes recién plantados. Además, esos bloques de piedra se degradan de forma natural y acaban deshaciéndose en el agua. «Es difícil que una planta agarre en el fondo arenoso del mar y se han probado muchas técnicas, incluso pegamentos, pero estos módulos de piedra creo que son la técnica más efectiva», dice.

El trabajo es lento y hay que hacer un seguimiento de la evolución de las plantas porque la posidonia crece muy despacio: «Al principio los brotes son más rápidos, pero cuando la hoja ya está madura crece muy lentamente, aproximadamente un centímetro al año». Ese crecimiento lento juega en su contra a la hora de hacer frente a una de sus principales amenazas en el mar de Alborán: la presencia del alga invasora Rugulopteryx okamurae.

«Es una alga de origen asiático que han traído los barcos y ha entrado al Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar. En los últimos tres o cuatro años ha empezado a contaminar el litoral de Málaga y en el litoral granadino la hemos observado en un estado avanzado desde hace un año. Esta alga se reproduce mucho más rápido que la posidonia y compite con ella por luz y nutrientes», indica el oceanógrafo, quien detalla que la Rugulopteryx okamurae prolifera tan rápido que llega a cubrir las praderas de posidonia y «las asfixia porque les tapa la luz».

«La Posidonia Oceánica es una especie que afortunadamente ya está protegida a nivel internacional, pero sigue teniendo bastantes amenazas, como la proliferación de esta especie invasora, el aumento de la temperatura del mar debido al calentamiento global, los vertidos contaminantes o los anclajes de los barcos, que muchas veces arrancan las raíces y destrozan las praderas», incide López Jaime.

Subraya, además, la importancia de proteger este tesoro del Mediterráneo: «Cuando hablamos de proteger la posidonia no solo hablamos de proteger una especie, sino de proteger a miles de especies y todo un ecosistema marino. Hay mucha fauna marina que depende de esta planta, como las familias de peces de los lábridos o los serránidos, además de infinidad de cangrejos o moluscos que viven exclusivamente en esta planta. En algunas zonas como Baleares se han identificado hasta 1.400 especies vinculadas directamente con la posidonia».

 El fondo marino esconde bosques submarinos  

El mar esconde bosques sumergidos que no solo son fundamentales para los ecosistemas marinos, también lo son para todos los que vivimos en la superficie terrestre debido a su altísima capacidad para absorber CO₂ y porque son una importante fuente de oxígeno. Aunque suelen pasar desapercibidos porque están ocultos en el fondo del mar, estos bosques son los verdaderos pulmones del planeta, ya que son el doble de efectivos que los bosques terrestres a la hora de purificar el aire que respiramos: capturan hasta 800 toneladas de CO₂ por hectárea y producen hasta 10 litros de oxígeno al día por metro cuadrado.

Pero estos bosques hay que cuidarlos porque algunos de ellos están seriamente amenazados por el incremento de la temperatura del mar, la actividad humana o la proliferación de especies invasoras. Es el caso de los bosques de Posidonia Oceánica, una planta acuática endémica del Mediterráneo, cuyo estado de conservación llega a ser crítico en algunos puntos de las costas de Andalucía, especialmente en Málaga y Granada. 

«El valor ecológico de las praderas de fanerógamas marinas, entre ellas las de Posidonia Oceánica, es incalculable porque capturan diez veces más dióxido de carbono que toda la superficie de la selva amazónica», recalca Juan Antonio López Jaime, director científico de la Fundación Aula del Mar Mediterráneo (FAMM), que trabaja en un proyecto pionero de reforestación de esta planta acuática en las costas andaluzas, una iniciativa del programa de sostenibilidad Mares Circulares de Coca-Cola.

Submarinistas entrando en el mar para plantar esquejes de posidonia en la costa de Málaga.
Submarinistas entrando en el mar para plantar esquejes de posidonia en la costa de Málaga.
Mares Circulares

«Es importante reforestar la tierra, pero también hay que reforestar el mar porque los bosques terrestres y submarinos ayudan a regular la temperatura de la Tierra. Cuantos más bosques tengamos, más estaremos ayudando a enfriar el planeta y a reducir el efecto invernadero», dice López Jaime, que recuerda que la Posidonia Oceánica y otras especies de fanerógamas marinas ya ayudaron a «salvar la vida de este planeta» en el pasado: «La Posidonia es una de las especies más longevas del planeta porque tiene más de 100.000 años y tuvo un papel fundamental para salvar la vida de este planeta en el periodo cretácico».

«En aquella época hubo un cambio climático provocado en parte porque los grandes dinosaurios herbívoros estaban acabando con toda la vegetación terrestre. La temperatura global subió varios grados y el índice de CO₂ era muy superior al que tenemos actualmente. Eran unas condiciones muy difíciles para la supervivencia, pero hubo plantas como la Posidonia Oceánica que ‘decidieron’ huir de esa depredación y empezaron a poblar el mar. Se adaptaron al medio acuático y se convirtieron en una especie submarina que, gracias a su capacidad de captación de CO₂, consiguió enfriar el planeta y logró que empezara a haber, de nuevo, una gran biodiversidad», explica.

Podríamos decir que López Jaime es un agricultor del mar porque cultiva la Posidonia Oceánica en un invernadero en el centro de innovación La Noria de Málaga y, cuando la planta ya está suficientemente madura, un equipo de buceadores voluntarios se encarga de plantarla en el lecho marino de las costas andaluzas. «Utilizamos un sistema de cultivo integrado, la acuaponía, que es sostenible porque no necesita fertilizantes externos ni productos químicos añadidos», explica este especialista en Oceanografía y Recursos Marinos. 

Juan Antonio López Jaime, junto a uno de sus cultivos de posidonia.
Juan Antonio López Jaime, junto a uno de sus cultivos de posidonia.
J, A,

Básicamente, la acuaponía consiste en juntar en un mismo acuario plantas y peces para que se retroalimenten, ya que los desechos de los animales, ricos en nutrientes, sirven como fertilizante para las plantas, y estas, a su vez, purifican el agua que proporciona oxígeno a los peces: «Intentamos crear un ciclo cerrado lo más natural posible. Junto a las posidonias tenemos caballitos de mar, cangrejos o pequeños moluscos como caracoles marinos. Los excrementos de estos animales, sobre todo la urea, acaban convirtiéndose en nitrato para las plantas gracias a la intervención de unas bacterias llamadas nitrobacter, que nosotros procreamos de manera natural. Las bacterias son realmente el puente entre los animales y las plantas para que puedan ayudarse mutuamente».

Los esquejes de posidonia crecen en el acuario durante unos 9 meses porque «no es recomendable tenerlos más tiempo en cultivo» y posteriormente son trasplantados al mar. Para que sus raíces agarren al fondo marino, el equipo de López Jaime utiliza una técnica pionera que consiste en «anclar las raíces a unos módulos de piedra caliza, que posteriormente son depositados en el lecho marino». Así se evita que las corrientes o el oleaje arranquen los esquejes recién plantados. Además, esos bloques de piedra se degradan de forma natural y acaban deshaciéndose en el agua. «Es difícil que una planta agarre en el fondo arenoso del mar y se han probado muchas técnicas, incluso pegamentos, pero estos módulos de piedra creo que son la técnica más efectiva», dice.

Detalle de los bloques de piedra caliza que protegen las raíces de la posidonia.
Detalle de los bloques de piedra caliza que protegen las raíces de la posidonia.
J. A.

El trabajo es lento y hay que hacer un seguimiento de la evolución de las plantas porque la posidonia crece muy despacio: «Al principio los brotes son más rápidos, pero cuando la hoja ya está madura crece muy lentamente, aproximadamente un centímetro al año». Ese crecimiento lento juega en su contra a la hora de hacer frente a una de sus principales amenazas en el mar de Alborán: la presencia del alga invasora Rugulopteryx okamurae.

«Es una alga de origen asiático que han traído los barcos y ha entrado al Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar. En los últimos tres o cuatro años ha empezado a contaminar el litoral de Málaga y en el litoral granadino la hemos observado en un estado avanzado desde hace un año. Esta alga se reproduce mucho más rápido que la posidonia y compite con ella por luz y nutrientes», indica el oceanógrafo, quien detalla que la Rugulopteryx okamurae prolifera tan rápido que llega a cubrir las praderas de posidonia y «las asfixia porque les tapa la luz».

«La Posidonia Oceánica es una especie que afortunadamente ya está protegida a nivel internacional, pero sigue teniendo bastantes amenazas, como la proliferación de esta especie invasora, el aumento de la temperatura del mar debido al calentamiento global, los vertidos contaminantes o los anclajes de los barcos, que muchas veces arrancan las raíces y destrozan las praderas», incide López Jaime.

Subraya, además, la importancia de proteger este tesoro del Mediterráneo: «Cuando hablamos de proteger la posidonia no solo hablamos de proteger una especie, sino de proteger a miles de especies y todo un ecosistema marino. Hay mucha fauna marina que depende de esta planta, como las familias de peces de los lábridos o los serránidos, además de infinidad de cangrejos o moluscos que viven exclusivamente en esta planta. En algunas zonas como Baleares se han identificado hasta 1.400 especies vinculadas directamente con la posidonia».

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